venerdì 24 dicembre 2010

Norbert

La mayoría de la gente se casa, tiene hijos, los hijos tienen hijos a su vez. Es lo normal.
Trabajan todo el día, acumulan dos estúpidas semanas de vacaciones al año, se llenan la vida de cosas y más cosas para tapar a los ojos de los demás el terrible vacío interior que padecen, y de vez en cuando se escapan un fin de semana de la ciudad para deleitarse en la ilusión de que no están podridos en el gris de un trabajo que no aman y que les desgasta.

Es increíble la cantidad de cosas de las que llenamos nuestro tiempo sólo para darnos la sensación de existir.

Pero allí estaba él. Nunca se casó, anti-móvil, una vida donada a la cooperación, su pasión. Un solitario, se podría pensar. “Si no tienes una familia no eres nadie”, me parece oírla, mi madre. Pero aquel solitario tuvo una familia más grande y más sincera que la de cualquier otro, tuvo una vida más llena que la de cualquier otra persona que haya elegido la vía ‘normal’: decenas de viajes, manifestaciones, gestos solidarios, miradas, amigos por todo el mundo, compeñeros de una sola cerveza o de una vida entera de charlas de barra. Y la sonrisa, siempre.

Nunca quiso ser convencional, ni hacerle concesiones a la sociedad, ¿cómo iba a hacerlo con la muerte? Si no podía vivir como él quería, al carajo todo.

Y parece que ganó también esa partida. Hace un año. Hace nada.

2 commenti:

Adrián Maesso ha detto...

Totalmente de acuerdo with you. Hblamos en enero. Bsooss Simo

Fiore di Ibiscus ha detto...

Ti ho scoperta attraverso il blog Maieuticamente, della cui autrice sono una cara amica.
Complimenti per il blog...tornerò a sbirciare spesso!
Fiore di Ibiscus